El capitalismo de la vigilancia: el producto, en realidad, no eres tú



Cuando hablamos de capitalismo no es adecuado vislumbrarlo como la caricatura cinematográfica de un monstruo enorme y diabólico, así como un Cloverfield que destruye todo a su paso. Más bien es una nebulosa llena de grises que no siempre podemos entender bien. Además, en el caso puntual del Sur Global, la entendemos menos aún, dado que pocas veces incorporamos las peculiariedadaes de nuestro contexto al análisis. De hecho, en lugares como América Latina experimentamos más bien un régimen económico semifeudal lleno de carteles y oligopolios o, en otros casos, una mixtura entre socialismo para los superricos y capitalismo para todos los demás.

Pero, más que discutir lo segundo, en esta ocasión voy a optar por lo primero. Para desenredar la madeja, podemos partir por sugerir que el capitalismo no tiene una cara sino tres: el productivo, el financiero y el capitalismo de la vigilancia. El primero es el más antiguo, y si por una parte ha producido grandes injusticias sociales, guerras y hambre, por otra es el que nos permite contar con los medios tecnológicos necesarios para analizarlo. El segundo, cuya explosión ocurre en la década de los ochenta, ha provocado enormes recesiones con efectos reales y profundos en la vida de las personas, como lo fue durante la crisis subprime del 2002. Sin embargo, muchos seguros y créditos de emergencia no serían posibles sin su desarrollo. El tercero emerge como un fenómeno más nebuloso aún que los dos anteriores, y que parece tomar un curso decisivo luego de la masiva cuarentena mundial ante el COVID-19.

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